Dormir bien no solo nos da energía, sino que, en el caso de los niños, es una pieza clave para que su cerebro crezca y funcione como debe. Durante el sueño, especialmente en los primeros años de vida, el cuerpo y la mente hacen un trabajo intenso: se forman conexiones en el cerebro, se aprende, se recuerda y se regula el ánimo. Por eso, cuando el sueño no es bueno o algo lo interrumpe, pueden aparecer ciertos problemas.
Cuando dormimos pasamos por dos grandes etapas que se suceden. La primera se llama sueño sin movimientos oculares rápidos (fase No REM), por sus siglas en ingles “Rapid eye movement” y esta etapa es entendida como la de sueño ligero. Después se pasa a la fase del sueño profundo con movimientos oculares rápidos (fase REM) que es en la que soñamos, procesamos emociones y consolidamos recuerdos.
Los trastornos del sueño en la infancia no son raros, de hecho, se estima que entre el 25% y el 50% de los niños presentan alguna dificultad para dormir según la Academia Americana de Pediatría (APA). Algunos tienen insomnio, otros roncan mucho, y otros pueden vivir episodios muy intensos como los terrores nocturnos. Este último es el que más asusta a los padres dado que es el más desconocido.
¿Qué son los terrores nocturnos?
Los terrores nocturnos son episodios de despertares parciales que se presentan, generalmente, en el primer tercio de la noche, durante el sueño no REM profundo. Se caracterizan por conductas como gritos intensos, llanto, sudores e incluso puede tener los ojos abiertos y parecer muy asustado. Lo más llamativo es que, aunque parezcan despiertos, no lo están del todo y no responden como si lo estuvieran. A diferencia de las pesadillas (que sí se recuerdan), en los terrores nocturnos el niño no suele recordar nada al día siguiente. Tampoco se da cuenta de lo que está pasando en el momento. Es como si su cerebro estuviera atrapado entre el sueño y la vigilia. La duración de estos episodios puede variar muchísimo, ya que puede ser cosa de unos pocos minutos o incluso llegar a la media hora. Pero la realidad es que no representan un peligro real, aunque pueden parecer muy perturbadores, sin embargo, suele tratarse de un fenómeno benigno y transitorio.
¿A qué edad aparecen y por qué?
Los terrores nocturnos son más frecuentes entre los 3 y 7 años aunque pueden ocurrir en edades más tempranas o incluso en la adolescencia. En muchos casos, se dan antecedentes familiares en los que al menos uno de los progenitores tuvo terrones nocturnos de pequeños. No obstante, no se conoce la causa exacta que explique la aparición de dicho trastorno del sueño, pero se cree que está relacionado con la maduración incompleta del sistema nervioso central. Sin embargo, hay varios factores que pueden aumentar la probabilidad de que ocurran estos episodios:
- Dormir poco o estar muy cansado
- Tener fiebre o estar enfermo
- Cambios en la rutina diaria
- Ambientes nuevos
- Estrés o emociones fuertes
Todos estos factores alteran el ciclo del sueño profundo, y es ahí donde aparecen los terrores nocturnos.
¿Qué hacer si mi hijo tiene un episodio?
Aunque presenciar un terror nocturno puede ser angustiante, lo más importante y lo principal es no entrar en pánico, hay que mantener la calma. Aunque la escena sea impactante y uno sienta ganas de despertarlo No se recomienda hacerlo, ya que esto puede provocar más confusión, prolongar el episodio, asustar al pequeño y hacer que tarde más tiempo en calmarse. En su lugar, lo ideal es acompañarle de forma tranquila, hablarle suavemente, asegurarse de que no se haga daño, por ejemplo, si se levanta de la cama o se mueve bruscamente, y esperar a que el episodio pase solo. En general, el niño se vuelve a dormir como si nada, y al día siguiente no recuerda nada.
¿Cuándo preocuparse?
La mayoría de los terrores nocturnos no necesitan tratamiento médico. Pero si los episodios son muy frecuentes, intensos o afectan el descanso familiar, conviene consultar con un profesional de la salud. En ciertos casos, dicho profesional puede pedir un estudio del sueño o recomendar estrategias específicas, como los despertares programados, indicada para los casos donde los terrores nocturnos ocurren a la misma hora cada noche. Esta técnica consiste en despertar al niño unos minutos antes de la hora en que suele tener el episodio con el objetivo de romper el ciclo.
Recomendaciones:
Hay varias cosas sencillas que pueden ayudar a prevenir los terrores nocturnos:
- Asegurarse de que el niño duerma lo suficiente.
- Mantener una rutina estable a la hora de dormir.
- Evitar pantallas, comidas pesadas o actividades muy estimulantes antes de acostarse.
- Crear un ambiente tranquilo y cómodo en la habitación.
- Hablar con el niño sobre sus miedos, si los tiene.
La clave está en ayudar al niño a relajarse antes de dormir y asegurarse de que su descanso sea lo más reparador posible.
En conclusión, los terrores nocturnos asustan más a los padres que a los niños, pero en la gran mayoría de los casos no son peligrosos ni tienen consecuencias graves, sino que forman parte del desarrollo normal del sueño y tienden a desaparecer con el tiempo. Por tanto, entender qué son los terrores nocturnos y qué ocurre durante estos episodios puede marcar una gran diferencia en la tranquilidad y el bienestar de toda la familia. Por eso, el objetivo de los padres tiene que ser el de acompañar a su hijo actuando desde un estado de calma y crear un ambiente que favorezca el sueño tranquilo.
Por Marina Salazar Sanz