Los amigos imaginarios (imaginary companion o IC) se les llama a aquellas entidades creadas por los niños que pueden ser completamente invisibles o, por otro lado, objetos personificados con identidad, como peluches o muñecos. Estas figuras, para el infante, hablan y poseen una personalidad característica dentro del mundo interno del niño (Panah, et al., 2023).
Actualmente, diversos estudios señalan la alta frecuencia de los amigos imaginarios en la infancia. Por ejemplo, Majors y Baines (2017) encontraron que alrededor del 60% de los niños en su estudio había tenido más de un amigo imaginario. Mientras que, de forma complementaria, el equipo médico de Saludonet (2023) indica que entre los dos y ocho años es habitual que los niños tengan un amigo imaginario, y que entre el 50% y el 65% lo experimenta, siendo el 70% de ellos hijos únicos o primogénitos.
Por otro lado, los amigos imaginarios tienen una serie de funciones clave en los niños. Según Panah et al. (2023), los amigos imaginarios alivian la soledad cuando no tienen compañeros reales, sirven como fuente de entretenimiento cuando están aburridos, ayudan en la regulación emocional en momentos de estrés, o incluso ayudan a construir nuevos escenarios imaginarios. Del mismo modo, gracias al estudio de Gleason et al, (2000), se concluyó que la personificación de objetos por parte de los niños ocurría como resultado de adquirir un juguete, mientras que los amigos invisibles se consideraban como la necesidad de relación de un niño.
Aspectos positivos y negativos
Tener un amigo imaginario no solo es una experiencia común en la infancia, sino que además se ha vinculado con diversos beneficios para el desarrollo de los menores. Por ejemplo, Davis et al. (2014) señalan en su estudio que estos compañeros imaginarios pueden favorecer una mayor sensibilidad hacia los demás, estimular la reflexión sobre emociones y creencias ajenas, así como potenciar la creatividad, la flexibilidad creativa y la capacidad de adoptar diferentes perspectivas.
Incluso en poblaciones especiales, como son niños con autismo, Davis et al. (2023) observaron que aquellos que creaban amigos imaginarios mostraban mejores habilidades sociales y una mayor comprensión de los estados mentales de otros, en comparación con los que no.
Sin embargo, otros autores advierten también sobre posibles efectos negativos. En algunos casos, el amigo imaginario puede comportarse de manera que genere malestar en el niño, lo que dificulta el reconocimiento de conductas prosociales tanto en sus compañeros como en sí mismo (David et al., 2014).
La evidencia científica sugiere que los amigos imaginarios en la infancia son una parte normal y adaptativa del desarrollo infantil del menor. No suelen ser causa de alarma, sino más bien una herramienta que ayuda a la exploración emocional, social, y cognitiva.
¿Qué debemos entonces hacer los padres?
- Normalizar esta experiencia, ya que es algo común entre los dos y ocho años, de hecho, el 65% de los niños la experimenta (Saludonet, 2023).
- Escuchar con atención, para comprender cómo el niño percibe a su amigo imaginario, qué papel cumple y si le resulta agradable o no su comportamiento.
- Fomentar otras relaciones, animando al niño a jugar con otros compañeros, de modo que su amigo imaginario no se convierta en su única fuente de compañía.
- Observar otras posibles señales de alerta, como el aislamiento, el rechazo al juego con otros niños o que el amigo imaginario adopte un rol negativo para el niño.
Por Carlos Pérez