¿Alguna vez has sentido la sensación de coger un bus sin saber cuántas paradas te faltan? ¿Qué se siente? No tienes unas referencias claras y pasas todo el camino intranquilo, mirando a todos lados, sin reconocer ninguna parada o sin estar seguro de si la correcta ya ha pasado… ¡A nuestros hijos les pasa igual cuando nuestras órdenes son confusas, contradictorias y no tienen claras las instrucciones a seguir! ¡Márcales claramente sus paradas!
En estos tiempos de total incertidumbre mundial, es muy complicado controlar muchos de los aspectos de nuestras vidas: inestabilidad laboral, restricciones constantes y poco claras impuestas de manera externa, no saber hasta cuándo va a durar la pandemia ni cómo será… Esto afecta a nuestra tranquilidad y por supuesto también a la de nuestros hijos e hijas, por lo que ahora más que nunca es indispensable recordar la importancia de las rutinas en nuestro hogar. Esto sí que está en nuestra mano.
Una de las principales labores de los límites y horarios a edades tempranas es proteger, manteniendo a salvo a los niños y niñas evitando los peligros que aún no son capaces de soportar por sí mismos. Para los niños, las rutinas son la forma que tienen para organizarse en el tiempo. Un niño cuando nace no conoce el orden de las cosas ni cómo está organizado el mundo que le rodea. Somos los adultos los que debemos enseñarles a organizar su vida mediante horarios estables asociados a rutinas, es decir, a través de actividades que se hacen todos los días de la misma manera. Para poder establecer esta rutina se necesita la repetición diaria de la misma.
Hay muchos aspectos a valorar en cuanto a la organización de la rutina familiar: horario de levantarse y acostarse, tiempo dedicado al repaso escolar, higiene, colaboración en las tareas del hogar o qué tipo de actividades vamos a realizar. Es interesante que en la toma de decisiones participen todos los miembros de la familia y se incluya al niño siempre que se pueda.
El peso del establecimiento de rutinas recae en los padres o por lo menos la mayoría de él y siempre que la edad de nuestro hijo lo permita es recomendable la negociación. Por tanto, se podría caer en el error de pensar que con las rutinas el niño no está aprendiendo o simplemente está repitiendo lo que le obligan a hacer, pero la realidad es que se consigue todo lo contrario; se está trabajando en la adquisición progresiva de la autonomía. Mediante la adaptación a las rutinas y el seguimiento de las mismas, se les permite ir conociendo el entorno que les rodea, superar miedos a lo desconocido y les ayuda a conocer las estructuras temporales y nociones secuenciales, como antes y después, ahora y luego, hoy y mañana…
Para que la instauración de estas actividades rutinarias sea efectiva, es importante no perder de vista por un lado que los padres somos modelos para los hijos, y a veces enseñamos más con lo que hacemos que con lo que decimos. Y, por otro lado, que vivimos con unas personitas que aún están aprendiendo a tener recursos para regularse emocionalmente, y su estado emocional se basa en gran parte en el del adulto, por lo que, si conseguimos estar serenos, tranquilos y animados, será más probable que ellos lo estén también.
A veces, conseguir esto es una tarea realmente complicada. Intentamos apagar tantos fuegos a la vez que terminamos quemados. Por esto, hay que intentar buscar momentos (aunque a veces sean muy pequeños) para nosotros mismos, bien leer un libro un rato, escuchar una canción, etc. Estos respiros ayudan a desconectar y mejorar nuestro estado de ánimo, recomendando el humor como otro gran compañero de viaje.
Por Miguel García Espiga.