Por Ainhoa Uribe
En psicología a nivel académico el concepto «Teoría de la Mente» tiene ya muchos años y no resulta extraño. Sin embargo muchos padres de niños con trastornos dentro del espectro autista no saben qué quieren decir los expertos cuando les dicen que su hijo no tiene teoría de la mente.
La Teoría de la Mente es la capacidad humana para poder atribuir pensamientos e intenciones a otra persona diferentes de los nuestros.
Existe un test muy conocido en psicología, el test de Sally y Anne, en el que dos niñas juegan en clase. Una de ellas guarda su pelota en su cesta antes de salir de la clase y la segunda, que se va después, cambia la pelota de lugar y la mete dentro de una caja. Cuando la primera niña vuelve a la clase: ¿dónde creéis vosotros que buscará la pelota? La respuesta parece obvia. Sin embargo, los niños no son capaces de resolver adecuadamente el test hasta más o menos los 3 años. Y algunos niños pueden padecer trastornos que restrasan todavía más el desarrollo de esta capacidad si no la limitan por completo.
Evidentemente esta Teoría de la Mente facilita que surja la empatía:
La empatía es la capacidad de comprender los sentimientos que puede estar experimentando otra persona en un momento determinado.
La empatía nos hace sentir pena o tristeza, miedo o felicidad a la vez que otros y nos lleva a actuar en consecuencia. La importancia de experimentar empatía se entiende como un requisito básico para la supervivencia ya que facilita la convivencia en sociedad y aumenta la cohesión grupal.
En el caso de los trastornos del espectro autista, muchos niños crecen sin ser capaces de comprender que las personas con las que se relacionan pueden no saber todo lo que se pasa por su mente. Muchas veces se sienten desorientados ya que no prevén ni comprenden las reacciones de los demás. Si a esto le unimos dificultades en el lenguaje, que les impide comunicar lo que necesitan, podemos imaginar el alto grado de frustración al que están sometidos.
De toda la variedad de síntomas que presentan estos niños, quizá sea la falta de empatía la más llamativa. Produce gran rechazo a nivel social y hace muy dura la convivencia con sus padres y cuidadores. Para estos niños es básico trabajar el desarrollo de la empatía y reforzar su capacidad de «ponerse en el lugar del otro».