A menudo mencionamos la importancia de atender a las necesidades de los menores. Además, añadimos que debe hacerse de forma adecuada a cada etapa de su desarrollo.
Pero ¿sabemos cuáles son estas necesidades?
¿A qué hacemos referencia cuando hablamos de etapas del desarrollo? ¿Qué necesidades cambian de un periodo a otro de la infancia? Abordaremos de forma sencilla estas cuestiones a continuación.
Existen muchas teorías diferentes sobre las necesidades humanas y, por ello, muchas definiciones. Desde la perspectiva que a nosotras más nos interesa, la del desarrollo humano,
Las necesidades básicas son aquello que debe ocurrir, hacerse, existir o tenerse para que el desarrollo humano no esté seriamente comprometido.
Es por ello, que definir las necesidades básicas de forma concreta es especialmente importante. Tanto, que las necesidades son la base moral de los derechos.
Para aclarar todo lo anterior pondremos un ejemplo muy sencillo. Para que las personas crezcan y funcionen correctamente, tanto de forma individual como en sociedad, es necesaria la salud física. Esto se contempla en los Derechos Humanos y en laConvención de los Derechos del Niño, entre otras. Esto permite que los estados creen instituciones, organismos y servicios que componen los sistemas de salud, encargados de que se cumpla este derecho y, por tanto, de que se cubra esta necesidad.
En la Declaración de los Derechos del Niño se exponen diez derechos, y todos ellos guardan relación con las necesidades de salud física y de autonomía. Estas son las dos necesidades básicas que se proponen desde la psicología del desarrollo. En cada periodo de la vida, estas necesidades básicas se cubren atendiendo a satisfactores o necesidades secundarias específicas para cada etapa.
En psicología del desarrollo, se suele hacer una división de la infancia en primera infancia, etapa preescolar o de educación infantil, etapa escolar, pubertad y adolescencia. Esto es a lo que nos referimos cuando hablamos de etapas.
Primera infancia: desde el nacimiento a los tres años.
Podemos diferenciar necesidades secundarias específicas, que cubren la necesidad de salud física, como la lactancia materna y posterior introducción de otros alimentos, atención especial en el parto y el posparto, vacunas, una vivienda adecuada y buenas condiciones de higiene, un contexto adaptado a las limitaciones de movimiento del bebé que proteja de posibles accidentes, respeto a sus necesidades de sueño, juego motor y ejercicio, comprensión de las necesidad de exploración y autoestimulación del bebé.
Y, en cuanto a las relacionadas con la autonomía, es decir, necesidades psicológicas y sociales, encontramos la necesidad de formación de un vínculo de apego que le aporte seguridad y le permita explorar, interacción con iguales y adultos para el buen desarrollo de la comunicación y el lenguaje, necesidad de educación formal (escuela infantil) y no formal, de juego simbólico, buen trato psicológico o educación sexual adaptada a la edad, como nombrar de forma correcta a los genitales. Atender a los intentos de comunicación del bebé de forma correcta sería una forma de cubrir varias de las necesidades anteriores.
Etapa preescolar, desde los tres a los seis años.
Las necesitades parten de las anteriores, pero se van adaptando al crecimiento del menor. Por ejemplo, en esta etapa deben empezar a adquirirse buenos hábitos de alimentación, hábitos de higiene personal, seguimiento médico, hábitos de sueño ordenados, juego motor y espacios adaptados a sus capacidades y limitaciones, participación progresiva en el ámbito familiar y escolar, aprendizaje de normas, mantenimiento de vínculos pero con un alejamiento progresivo de las figuras de apego, más importancia que en la etapa anterior en la interacción con profesores e iguales, adquisición de habilidades de empatía, protección contra el abuso sexual y educación sexual adaptada.
Etapa escolar, desde los seis a los doce años y pubertad y adolescencia, desde los doce hasta los 18.
Las necesidades continuarán siguiendo el mismo camino. Es importante no olvidar la importancia de entender al niño como niño y no desde la mirada adulta. Poco a poco necesitarán tener más participación en la toma de decisiones de su contexto y es fundamental que lo permitamos. Necesitarán independencia, la educación formal y no formal serán cada vez más relevantes y los iguales irán tomando un papel más central que los adultos en sus vidas. Pero no dejarán de tener necesidades de protección física y psicológica como las que apuntábamos antes, entre las que se encuentran la necesidad de educación afectivo sexual adecuada.
Si queréis conocer las necesidades de vuestros hijos e hijas de forma más detallada, os animamos a que acudáis a los trabajos de María Ángeles Espinosa y Esperanza Ochaita, ya que son ellas las psicólogas que han desarrollado una teoría sobre las necesidades que explica en mucho más detalle lo anteriormente expuesto.
Para finalizar cabe mencionar que todo lo que se presenta en este artículo se hace de forma bastante sencilla, y que debemos entender que, aunque todos los menores tengan las mismas necesidades, no hay una única forma de cubrirlas. Esta dependerá de la cultura, de la religión, del lugar geográfico y de otros muchos factores.
Lo más importante es tener claro que somos los adultos los responsables de que las necesidades de los menores estén cubiertas.
Por Rocío Romero Bajo