Compartir sí, pero no por obligación.

En la crianza de los hijos, uno de los valores que con frecuencia intentamos inculcar es el de compartir. Sin embargo, a menudo enfrentamos un dilema:

¿ cómo enseñar a nuestros hijos a compartir sin obligarlos, respetando su autonomía y sus sentimientos
personales?

Forzar a los niños a compartir puede parecer una solución rápida a conflictos cotidianos, pero puede tener implicaciones a largo plazo que afecten negativamente su desarrollo emocional y social.

Este artículo explora cómo podemos fomentar la generosidad y el respeto mutuo en los niños, alentándolos a compartir por elección propia y no por imposición, cultivando así un sentido de generosidad genuina y respeto por la propiedad y los límites personales.
Si bien enseñar a compartir es importante, también lo es entender por qué no debemos obligar a los niños a hacerlo. A continuación, exploramos algunas razones por las que forzar el acto de compartir puede no ser siempre beneficioso para el desarrollo del niño:

  1. Respeto por la propiedad privada.
    Obligar a los niños a compartir todo lo que tienen puede enviar un mensaje confuso acerca del respeto por la propiedad privada. Es crucial que los niños aprendan que tienen derecho a tener cosas propias y que pueden decidir cuándo y con quién quieren compartirlas. Esto les ayuda a desarrollar un sentido de autonomía y respeto por las posesiones de los demás.
  2. Desarrollo de habilidades para tomar decisiones.
    Al permitir que los niños elijan cuándo compartir, les estamos dando la oportunidad de ejercitar su capacidad para tomar decisiones. Esta habilidad es fundamental y les será útil toda su vida. Decidir por sí mismos cuándo compartir algo promueve el pensamiento crítico y la evaluación de situaciones sociales complejas.
  3. Prevención de resentimientos.
    Cuando los niños son obligados a compartir contra su voluntad, pueden desarrollar sentimientos de resentimiento tanto hacia la persona que los obliga como hacia la persona con la que se vieron forzados a compartir. Esto puede llevar a relaciones tensas y no fomenta una verdadera generosidad.
  4. Importancia del consentimiento.
    Es fundamental enseñar a los niños el concepto de consentimiento desde una edad temprana. Compartir debe ser una decisión consensuada, no algo impuesto. Entender y aceptar que no siempre pueden obtener lo que quieren de otros y que está bien que alguien diga no, son lecciones importantes para el desarrollo social y emocional de un niño.
  5. Fomentar la generosidad genuina.
    La generosidad forzada no es verdadera generosidad. Para que un acto de compartir sea realmente valioso, debe provenir de un deseo genuino de hacerlo. Alentar a los niños a pensar en cómo se sienten cuando comparten voluntariamente puede promover un sentido más profundo de satisfacción y felicidad, fortaleciendo su inclinación natural a ser generosos.
  6. Reconocimiento de emociones y límites personales.
    Es importante que los niños aprendan a reconocer y respetar sus propias emociones y las de los demás. Si un niño no quiere compartir en un momento dado, puede haber razones emocionales válidas detrás de esta decisión. Respetar estos sentimientos y límites puede ayudarlos a desarrollar una inteligencia emocional saludable. En conclusión, en lugar de obligar a los niños a compartir, los padres y educadores pueden aprovechar estas situaciones como oportunidades de enseñanza. Explicar el valor del compartir, modelar comportamientos generosos y celebrar cuando eligen compartir son maneras de fomentar esta conducta de manera positiva y efectiva. Al hacerlo, los niños aprenderán a valorar y practicar la generosidad por sí mismos, lo cual es mucho más beneficioso a largo plazo para su desarrollo emocional y social.
Por Natalia Muiña.

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