La regulación emocional es una tarea pendiente para muchos de nosotros y todo comienza aprendiendo a identificar qué es lo que estamos sintiendo.
Desde el nacimiento, nos desarrollamos en un ambiente impregnado de emociones. Aprendemos a manifestarlas, recibirlas y actuar tratando de controlar las respuestas. Las emociones se disparan automáticamente por estímulos -por ejemplo: abrimos un yogurt y vemos que ha caducado, entonces sentimos asco o estamos en una situación embarazosa y sentimos vergüenza- y desaparecen a los pocos segundos. Estas sensaciones emocionales tienen una función y nos indican que hay una necesidad que no está siendo atendida. El enfado nos indica que ha habido una injusticia y debemos defendernos, o el miedo nos indica que podemos sufrir un daño. Además, hay unas emociones que llamamos básicas (tristeza, miedo, enfado, asco y alegría) y otras más complejas (e.g. humillación o esperanza).
Las emociones van a estar queramos o no, y tienen implicaciones en nuestro bienestar y calidad de vida, por lo que es importante aprender sobre ellas y gestionarlas.
Debido a que la regulación emocional no es innata y se aprende, los padres tenemos la tarea de guiar a nuestros hijos en el aprendizaje de esta poderosa herramienta. Así mismo, a causa de su desarrollo, la capacidad de identificación y regulación irá evolucionando, pasando de una heterorregulación a una autorregulación.
Al principio, los niños van a expresar sus sentimientos de manera no verbal, y más adelante desde la verbal, por ejemplo, con el llanto nos indicarán que tienen hambre o con la sonrisa que lo están pasando bien. En un primer momento, los padres debemos tomar el rol de co-regulador, es decir, ayudaremos a reconocer sus señales y responder de manera que satisfaga sus necesidades y su emoción pueda volver a un punto neutral
Las señales a las que debemos prestar atención y cuál es nuestra función según la edad de nuestros hijos:
- De 0 a 9 meses. La comunicación de su emocionalidad va a ser únicamente no verbal (e.g., llorar, mirar fijamente algo, mover la cabeza). Como padres, debemos responder y consolar al niño para satisfacer sus necesidades (e.g., dar de comer, mecerlo, etc.). también, podemos describir lo que está expresando (e.g., “veo que te has hecho daño”) y ajustar la expresión de nuestra cara para corresponder (e.g., abrir la boca para expresar sorpresa).
- De 7 a 18 meses. Cada vez las habilidades de comunicación van a ser más complejas, por ejemplo, pueden comunicar señalando con el dedo. Además, cada vez serán más capaces de calmarse eficazmente (e.g., chuparse el pulgar), observar cómo responden los demás para reaccionar adecuadamente, estarán cerca de los adultos conocidos en situaciones nuevas y usarán objetos para consolarse (e.g., usar un animal de peluche o manta). Nuestra función ahora será responder, dar modelo de expresión emocional ayudándonos de la expresión facial y las palabras, y devolver acciones que ellos comienzan, por ejemplo, decir hola con la mano o dar abrazos.
- De 16 a 24 meses. La gama de expresiones físicas, vocales y faciales cada vez es más compleja. Además, las rabietas son comunes durante el segundo año de vida, en los que experimentan emociones muy intensas que tienen que aprender a gestionar. Recordemos que es natural y no es un capricho, por lo que os aconsejamos ser pacientes y aplicar todas las herramientas de las que dispongamos. Os recomendamos estar física y emocionalmente presente para ellos, describir sus sentimientos, es decir, poner palabras a lo que vemos que sienten, usar libros para conocer las diferentes emociones y servir de guía y sosegar cuando la gestión y expresión de los sentimientos es difícil.
- De 21 a 36 meses. Cada vez son más independientes y capaces de expresar los sentimientos y decidir qué herramienta de regulación va a ser más efectiva o cuál es la mejor manera de actuar ante determinadas situaciones. Como estrategia, es beneficioso validar los sentimientos y comunicarles que está bien y es normal lo que siente. Estar física y emocionalmente disponibles cuando lo necesiten y encontrar el equilibro con darles el espacio que necesitan para resolver las situaciones de forma independiente, así como dar indicios o describir sentimientos más complejos que puedan estar experimentando.
Sabemos que la gestión emocional no es tarea fácil, pero comienza con la identificación y la validación de las emociones que son las herramientas básicas para comenzar a gestionar aquello que sienten.
Por: Juliana Racines