Es habitual que los adultos nos encontremos en una situación complicada al tener que comunicar la muerte de un ser querido a nuestros hijos. Tendemos a no hablar de la muerte con los niños para protegerles de ese daño cuando ocultándoles esta información les hacemos aún más daño y les obligamos a buscar en sí mismos las respuestas a una situación que ellos también están viviendo. En realidad es mejor acompañarlos en ella apoyando y guiando su dolor y sus miedos. Ellos vivirán la situación igualmente, pero si ocultamos esta noticia, tendrán que enfrentarse sin información, sin apoyo, sin nadie que escuche sus dudas y preocupaciones, influyendo de manera que su sensación de soledad, sus miedos e inseguridades aumenten. Hablar de las emociones, del dolor, de la pérdida como parte de la vida es primordial para convertirse en adultos emocionalmente sanos. En cambio, si ocultamos con la finalidad de que el dolor no se manifieste, impediremos una gestión emocional saludable.
Antes de empezar…
Lo primero de lo que hay que asegurarnos es de que nuestros hijos conozcan lo que significa la muerte en términos de universalidad, irreversibilidad, no funcionalidad y causalidad. Tendremos en cuenta siempre la edad del niño ya que para menores de 5/6 años es difícil que entiendan determinados conceptos como el de irreversibilidad.
Es decir, aclarar que todos los seres vivos mueren y que cuando uno está muerto, el cuerpo se detiene del todo y deja de funcionar (no puede respirar, caminar o comer). La muerte es para siempre, por lo que no se puede volver a la vida y existe un motivo que provoca esta muerte. Podremos repetir el significado de estos conceptos cuantas veces sea necesario para ellos.
Es mejor ser directos con ellos, ya que si ocultamos la noticia les estamos dejando solos frente al dolor y, a la vez, les enseñamos a esconder todo aquello relacionado con una pérdida.
Hablando sobre este tema les protegemos de sus miedos, inseguridades e ideas erróneas que puedan tener. Al mismo tiempo, les hacemos ver que tenemos interés por ellos y que es alguien importante que merece esa información.
¿Cómo les podemos comunicar esta noticia?
En primer lugar, es preferible que la noticia la comunique el adulto más próximo al niño. Es conveniente que informe lo antes posible y lo haga en un lugar tranquilo y privado. El tono de voz más adecuado es tranquilo, afectuoso y cálido. Una muestra de contacto físico a través de un abrazo o sosteniendo su mano también será necesaria.
Hay que explicarle lo que ha ocurrido siendo sinceros y honestos con él. Ser claros mencionando que el ser querido ha fallecido y no utilizar eufemismos (por ejemplo: “se ha ido de viaje”) que puedan confundir al niño. Hay que explicar el suceso de manera sencilla y, en la medida de lo posible, indicar aspectos positivos como que el ser querido no ha sufrido o que se hizo todo lo posible para salvarle. En el caso de que la información sea demasiado impactante, se puede fraccionar y decirla poco a poco. Por ejemplo, mencionar que el ser querido tuvo un accidente y, después, señalar que ha fallecido. Evitar aquellos detalles que le puedan impactar al niño y, del mismo modo, no exponerles a imágenes sobre lo ocurrido en caso de que el suceso haya aparecido en los medios de comunicación.
Además, hay que expresar que él no es el culpable de la muerte del ser querido. También, es necesario decirle que probablemente se sentirá triste o enfadado y darle un espacio para que pueda expresar todas esas emociones que pueda sentir. Decirle que llorar no es malo, que está bien que lo haga y expresarle que no hay una única manera de manifestar ese dolor. Será necesario compartir las propias emociones para que se sienta acompañado al compartir la misma situación. De este modo, le hacemos partícipes del proceso del duelo junto a nosotros los adultos.
Adicionalmente, podemos transmitirle esperanza (“estaremos tristes un tiempo, pero luego nos sentiremos mejor”) y animarle a hacer preguntas. Es probable que se plantee si algo de lo que él ha hecho ha provocado la muerte, si le va a pasar algo malo a él también o se preocupe por su cuidado a partir de ese momento.
Es conveniente mencionar que cuidaremos de ellos como siempre hemos hecho.
Por último, tendremos que explicarles en qué consiste un funeral, un entierro, un velatorio y las consecuencias que puede haber en la familia.
Será fundamental que observemos las reacciones emocionales asociadas a la pérdida en el niño y ponerles un nombre: bloqueo, tristeza, negación, desesperanza, enfado, rabia, culpa, indiferencia o soledad. Y tener en cuenta que el duelo es una reacción natural, esperable y necesaria tras una pérdida en cualquier persona.
Por Laura Morala Pereira