A partir de la tercera semana de gestación, el cerebro humano comienza a desarrollarse. Desde ese momento el número de neuronas aumenta aproximadamente en 250.000 nuevas células por minuto. Alrededor del segundo trimestre, esas neuronas se agruparán e irán formando los órganos que componen el sistema nervioso y más adelante, el cerebro comenzará a aumentar de tamaño.
En el momento del nacimiento, todos los seres humanos tenemos una media de 100.000 millones de neuronas, aunque poco conectadas entre ellas. El desarrollo del cerebro, sobre todo en las primeras etapas de la vida, es el resultado de la perfecta interacción entre factores genéticos y ambientales. Por un lado, el cerebro viene programado (genéticamente) para obtener del entorno la información necesaria para su supervivencia y, por otro, las experiencias y el ambiente en que se desarrolle el niño influirán en la manera en que se generen, modifiquen y multipliquen sus redes de conexiones neuronales. O lo que es lo mismo, el cerebro infantil será enormemente moldeado por la estimulación recibida de su entorno. Cada movimiento, cada contacto y cada emoción tiene un reflejo a nivel químico y eléctrico que influirá en la manera en que se estructure.
Tras este proceso, determinante para un crecimiento adecuado, se produce un primer momento de poda sináptica y reestructuración cerebral, por el cual se fortalecen aquellas conexiones que se usan con más frecuencia y se eliminan aquellas que no se utilizan (Blakemore et al. 2005). Este mecanismo, que se denomina poda neuronal, es aquel en que la experiencia decide qué conexiones son útiles y cuáles no (use it or lose it). Por ejemplo, los bebés vienen programados para aprender cualquier idioma del planeta y son capaces de percibir diferencias entre fonemas a los que nunca han estado expuestos y que los adultos no pueden ni siquiera reproducir. Entre los 6 y los 12 meses, el cerebro del bebé irá perdiendo la capacidad de percibir sonidos que no son importantes en su idioma para potenciar el aprendizaje de los sonidos propios de su lengua materna.
En cualquier caso, este proceso es único e individual para cada niño. Dependerá de la maduración de su sistema nervioso que se irá modelando a cada momento por la calidad de las interacciones con su entorno. Es por esto que cada una de las personas con las que un niño conviva tendrá mucho que decir en su desarrollo cerebral. Así si damos al bebé lo que necesita en cada momento hará que este desarrollo se produzca de la manera más saludable posible, potenciando lo mejor de su temperamento.C