Recuerdo la primera vez que me mudé: no tendría más de seis años. No entendía por qué mis padres se cambiaban de casa a una calle paralela ¿por qué dejar nuestra casa de “siempre” para ir a una en la que mi hermano tuviese un cuarto más grande?
Recuerdo que mi hermano se encerró en el armario de su habitación con la esperanza de que sin él mis padres no se irían, tampoco él se quería ir de “nuestra” casa; eso nos convertía en dos contra dos, lástima no ser adulto y no ser el que tenga la última palabra.
Sin duda, nuestros padres querían lo mejor para nosotros y pensando en nosotros decidieron cambiarnos de casa. En fin, reconozco que al final fue divertido y lo que empezó siendo algo tedioso se convirtió en una aventura imborrable. Vivimos en esa casa más de veinte años y, después de haber “sobrevivido” a aquello, me he mudado cinco veces así que creo que no estoy traumatizada por esa experiencia.
Ahora yo soy madre y quiero lo mejor para mi hija y para lo que está por llegar (estoy embarazada de cinco meses) y me toca a mí hacer la mudanza. Para ello, lo primero de todo fue preparar a la enana: hablarle del cambio, explicarle lo que estaba ocurriendo, tenerla el menor tiempo posible en casa para que no estuviese sometida al estrés de ver a unos hombres recoger toda tu casa y tu vida y meterla en cajas de cartón en un tiempo record, incluso llegamos a comprarle un libro que cuenta la historia de una niña que se traslada de casa.
La peque sólo tiene veinte meses y el día que entramos a dormir en un hotel, dos semanas después de haber dejado nuestra casa y de haber estado unos días durmiendo con los abuelos paternos y otros cuantos con los maternos, exclamó “¡¡No, casita no, esta no gusta!!”
Lo que dura la mudanza, hay que convertirse en súper woman para estar todo el tiempo del mundo con tu hija, para estar atenta a cómo está llevando la nueva situación y para que no se sienta desatendida por si necesita algo fuera de lo normal. La verdad es que al final no es tan complicado, claro que depende mucho de la capacidad de asimilación de los adultos. Escribo asimilación y no adaptación puesto que hay cosas a las que no te adaptas, simplemente hay que aceptarlas y saber que no las puedes cambiar.
En nuestro caso, el truco ha sido aprovechar los sueños de la peque y los ratos de parque con alguno de los dos para que el otro pueda ir organizando las cajas y cajas y cajas y cajas. Claro que si uno tiene además la gran suerte de contar con unos padres- abuelos que quieran ejercer y te distraigan al bichito para seguir teniendo tiempo “libre” el asunto de la instalación queda resuelto en más o menos tiempo. Muchas dosis de paciencia con las circunstancias, con los seres que te rodean y cómo no, contigo misma. Saber distinguir lo urgente de lo que se puede quedar para mañana. Yo creo que en ciertos momentos no pasa nada por dejar participar a los pequeños y que te ayuden a su manera, aprovechar ese afán que tienen por meter y sacar las cosas de su sitio, por copiar todo lo que tú haces y dejarles, por ejemplo, atornillar un mueble contigo; a veces pueden ser una ayuda y no un estorbo.
En cuanto al bichito en sí mismo, yo creo que explicándole los cambios y haciendo de ellos algo emocionante y positivo, lo viven según tú lo vivas y lo intentes trasladar.
Recuerdo que, en una ocasión, le oí a una psicóloga decir que los cambios vitales se pueden aprovechar en positivo para cambiar más cosas. Nosotros hemos aprovechado este cambio de casa para pasar a la peque de la cuna a la camita. Buf ¡horror! ¡¡más cambios en un momento de cambio!! En nuestro caso, nos ha salido bien la jugada. “Le vendimos la moto” durante las vacaciones que en la casita nueva iba a tener un cuarto con camita y al entrar en la casa fue lo primero hizo, buscar su cuarto con la nueva camita y probarla durante más de una hora subiendo y bajando ella sola y llevándose cuentos para leer.
Tener la casa despejada de cajas y con lo esencial montado justo antes del momento crucial y definitivo del traslado ayuda a no tener la sensación de estar en medio del caos y que parezca que ya vives en tu casa de siempre pero en otro lugar.
Hasta aquí lo he hecho parecer más o menos fácil ¿verdad? Ánimo con vuestras mudanzas, no hay recetas: no dejéis de disfrutar de vuestros hijos.
Una mamá recién mudada