Las escondidas o cucu tás (peek a boo! en inglés) es probablemente el juego más popular en todo el mundo, atraviesa fronteras e idiomas y nunca pasa de moda. Ocurre con cada bebé, en cada familia, por diferente que sea.
“Cucu”, uno se tapa los ojos o la cara y “tás”, muestra el rostro provocando en el bebé una carcajada que nos hace reír a su vez. Así una y otra vez, creando un ambiente de alegría, risas y enamoramiento mutuo.
Es algo que no se explica sólo por ser una tradición que se pasa de padres a hijos, entonces ¿qué tiene? ¿Por qué no pasa de moda? ¿Por qué a los bebés les sorprende tanto?
Los adultos entendemos que si un juguete cae debajo del sofá, permanecerá ahí hasta que lo cojamos o, por ejemplo, si una persona sale de la habitación y se dirige a otro lugar, seguirá existiendo esté donde esté. El psicólogo suizo Jean Piaget, padre de la psicología evolutiva, en 1937 denomina a este fenómeno permanencia del objeto: la toma de conciencia de que algo existe aunque no podamos verlo, tocarlo u oírlo en ese momento. Es un hito evolutivo que se desarrolla gradualmente hasta los 18-24 meses de vida y mediante el que los niños entienden que objetos y personas existen permanente e independientemente. No hay consenso en cuanto a la edad de adquisición, estudios posteriores demuestran que la permanencia del objeto puede ser adquirida con antelación.
De hecho, los niños comienzan a jugar a la versión más sencilla del cucu tás, sobre los 3 o 4 meses. A esta edad disfruta de la desaparición y reaparición del adulto. A medida que crecen, el juego va cambiando. A partir de los 7 u 8 meses, entienden perfectamente qué es lo que deben hacer. Podemos, por ejemplo, tapar al bebe con un pañuelo “¿Dónde está mi niño?” y él se lo quitará de la cara “¡Aquí!”, y hasta en ocasiones es el propio niño quien se esconde y reaparece. Esta evolución se basa en un equilibrio perfecto entre lo que sabe del mundo, lo que puede controlar y lo que todavía le sorprende.
Además, este juego se desarrolla en una etapa llena de interacciones sociales, fortalecimiento del vínculo y conciencia de lo que le rodea. Los niños disfrutan en su propio beneficio contribuyendo al desarrollo de sus habilidades cognitivas.