Todo el mundo tiene que hacer frente a lo largo de su vida a la pérdida de un ser querido. Cuando somos adultos, tenemos ciertos recursos que nos permiten afrontar el dolor que implica la pérdida. Sin embargo, los niños están más indefensos ante estas situaciones y muchas veces no saben cómo gestionar el duelo. Esto hace que sean más propensos a presentar un duelo patológico, es decir, que la tristeza o apatía derivada de la muerte de alguien cercano se cronifique y lo haga más vulnerable a presentar trastornos mentales de tipo ansioso o depresivo.
¿Cuándo hablamos de duelo patológico?
El duelo es el proceso natural por el que pasa una persona tras la pérdida de una relación afectiva importante ya sea por muerte o separación. Este proceso se caracteriza por emociones poco agradables que mantienen a la persona más volcada en la introspección y centrada en sí misma lo que ayuda a asimilar la nueva situación. Habitualmente durante este proceso pasamos por una serie de fases:
Primero está el shock: no hay reacción emocional o se niega lo sucedido, después viene la rabia: ¿por qué a mí? y, por último, la trsiteza con la que llega la aceptación.
Es difícil decidir cuánto tiempo «es normal» estar triste tras la desaparición de alguien cercano. Según los manuales, 2 años se considera un tiempo prudencial para asimilar que ya no está con nosotros esa persona. Sin embargo, esto no es más que una referencia que habrá que adaptar a cada caso.
Al márgen del tiempo transcurrido debemos atender a otros criterios. El hecho de haber pasado por las fases descritas más arriba implica que vamos avanzando en el proceso aunque sea de una manera más o menos dilatada en el tiempo.
Pero el criterio fundamental que delata un duelo que se cronifica es cuánto interfiere en nuestras actividades de la vida diaria (¿Nuestra vida sigue sin recuperar la normalidad años después?) o la sensación subjetiva de sufrimiento que expresa la persona.
¿Qué pasa cuando son niños los que sufren el duelo?
En niños tenemos que poner una atención especial dado que ellos pueden presentar un estado de tristeza prolongada sin tener la sensación subjetiva de estar tristes, es decir, puede que no sepan expresar abiertamente qué les sucede.
Así mismo, es frecuente en niños que su tristeza se exprese a través de apatía o irritabilidad excesiva.
La capacidad verbal del niño le permite expresar su sufrimiento en el duelo
¿Que pasa si un niño tiene que enfrentarse a la muerte antes de poder hablar o expresarse con claridad? El hecho de tener lenguaje marca una diferencia fundamental. Cuando un niño puede hablar, expresa y encuentra palabras para aquello que siente en su cuerpo y esto hace que sus emociones sean conscientes y pueda elaborarlas. Puede llegar a entender que eso que siente es «sentirse triste», que no es lo habitual, que es un estado transitorio y que hay otras maneras de sentirse.
Si el niño es tan pequeño que no tiene lenguaje o su lenguaje es todavía muy rudimentario, no podrá expresar con claridad qué siente, no tiene palabras para describirlo y esa sensación queda guardada en su subconsciente, lo que hace que sea mucho más difícil trabajar o elaborar el sentimiento.
El niño se siente responsable de la muerte debido a su pensamiento mágico
El pensamiento mágico es la primera fase en el desarrollo cognitivo del niño y hace que se sienta el centro del mundo. Esto mismo le hace sentirse responsable de todo lo que ocurre a su alrededor y la muerte es un hecho traumático que se vive como consecuencia de algo que él ha provocado. «Ese día me porté mal», «No quise darle un beso al irme»,…
A medida que vamos creciendo este pensamiento va dando paso al lógico-matemático y somos cada vez más objetivos en cuanto a la responsabilidad que tenemos sobre las cosas.
Hay factores que agravan y alargan el proceso de duelo
Aunque la forma de afrontar una situación así varía dependiendo de la edad, la personalidad y la capacidad de afrontamiento de cada niño, existen una serie de factores que pueden resultar agravantes en cualquier caso.
Resulta más traumático enfrentarse a un suicidio que a un accidente o una muerte natural. Del mismo modo que resulta más difícil asimilar una muerte repentina que otra que se prevee.
El vínculo afectivo con la persona desaparecida es fundamental. No es lo mismo perder a un abuelo o a un tío que a uno de los progenitores. Pero el lazo afectivo que resulta más traumático en una muerte quizá sea el fraternal. La muerte de un hermano es un gran estresor en la vida de un niño.
Cómo afronta la pérdida la familia superviviente influye en el niño. Si el viudo o viuda tarda más en asimilar el suceso, eso prolonga también el duelo del niño haciéndole más vulnerable a presentar depresión o ansiedad.
Por último, si el niño tiene que hacer frente a otros eventos estresantes durante su proceso de duelo (muerte de otro familiar, cambio de colegio o domicilio, etc.), éste corre más riesgo de alargarse o cronificarse.
En cualquier caso, no debemos olvidar nunca que los niños tienen todavía toda una vida por delante para superar la pérdida y ayudarles en su proyecto de futuro es una buena herramienta para apoyarles en el proceso de duelo.
3 comentarios en «El duelo en los niños»
[…] se tratan diferentes temas relacionados con el duelo. Como ya hemos contado en otro artículo, el duelo es un proceso natural ante la pérdida física o emocional de una figura de […]
A veces a los padres les resulta difícil poder hablar con sus hijos de la muerte de un ser querido. Por eso es un artículo muy útil para comprender cómo el niño también atraviesa un proceso de duelo. Saludos.
¡Muchas gracias por la aportación! Hay que ser consciente que la mayoría de las veces el niño atraviesa por un duelo al mismo tiempo que lo hacen sus padres y esto dificulta que los niños puedan recibir la atención que necesitan.