¡Qué difícil es la tarea de ser padre y madre! Y para ello no hay universidad que nos prepare. La experiencia es un grado que se va adquiriendo con el paso del tiempo y a medida que vamos aumentando la familia. Una vez que tenemos hijos, usamos como punto de referencia el desarrollo y evolución del hijo mayor. Pero siempre, y más aún con el primero, nos puede surgir la duda interior de si todo en nuestro pequeño irá transcurriendo por los cauces esperados.
El profesor, importante fuente de información
Los tres años son una edad en la que un inmenso, apasionante y enriquecedor mundo se abre ante sus ojos: la escuela, que les permitirá crecer en todas las áreas de su desarrollo: intelectual, social,…
A los padres nos da la oportunidad de intercambiar información con otros padres que se hallan en la misma situación y comprobar si nuestros niños se están desarrollando dentro de la “normalidad” esperada. En este sentido, aparece también una nueva e importante figura: el profesor, que, apoyándose en su formación, experiencia profesional y trato con tantos niños, puede ser la persona encargada de dar la voz de alarma si observa en alguno de sus pupilos conductas que se alejan del patrón normal de desarrollo.
Consulta al especialista
A continuación y con un carácter meramente orientativo, incluiremos algunas de las señales en las distintas áreas que pueden poner de manifiesto desviaciones y/o dificultades en el desarrollo evolutivo de nuestros hijos entre los 3 y 6 años y cuya aparición, como indicábamos en el anterior artículo, no implica indefectiblemente la existencia de una alteración o patología en el niño.
En el caso de que tales señales estuvieran presentes especialmente al final de este periodo de edad, son conductas que se deben observar y seguir con atención, consultando a un especialista para evitar el agravamiento o incremento de las mismas.
Aún así, no se deben olvidar las características individuales y debemos respetar el ritmo de desarrollo propio, sin alarmarse porque un niño sea relativamente más lento en sus adquisiciones que su grupo de referencia.
Señales de alarma
En el desarrollo motor y perceptivo:
No camina o lo hace de una forma descoordinada y muy patosa, cayéndose con excesiva frecuencia; no le gustan los juegos de movimiento ni columpiarse, no sabe subir o bajar escaleras con apoyo; es muy irritable y le asustan mucho los ruidos o las luces fuertes o no responde a objetos sonoros o ruidos familiares; no realiza la pinza digital (con los dedos índice y pulgar).
En el desarrollo cognitivo:
No se reconoce por su nombre o señala cuando lo nombramos; no diferencia entre lo que hace por la mañana y por la noche a los 5 años; tiene dificultades en la comprensión de instrucciones de dos acciones a los 4 años (ve a la cocina y coge un vaso) o de encargos muy cortos a los 5; pasa intermitentemente de un juego a otro sin realizar un juego concreto sobre ningún juguete o sin un objetivo determinado; empieza pero no concluye ninguna actividad; a los 5 años no aprende canciones ni pequeñas frases.
En el área de comunicación y lenguaje:
Su habla no es inteligible ni comprensible para los que le rodean; usa únicamente oraciones de tres palabras o menos; no realiza preguntas sobre las cosas ni manifiesta curiosidad ni interés por aprender palabras nuevas; no habla con otros niños, con familiares,… tendiendo al aislamiento social.
En el desarrollo social:
Permanece aislado continuamente, rechaza o es rechazado por los iguales; tiene grandes dificultades para respetar las normas y seguir las rutinas cotidianas mostrando negativismo permanente; muestra importantes cambios de humor sin un motivo aparente; no se observa juego simbólico o imitación de roles de los adultos; llama la atención del adulto mediante conductas inadecuadas.
En el desarrollo personal:
Se despierta mucho por la noche, se pasa habitualmente a la cama de los padres y se niega a dormir solo; a los 4 años no ha adquirido el control de esfínteres diurno y entre los 5 y 6 años el control diurno y nocturno; presenta una dependencia exagerada del adulto para llevar a cabo cualquier actividad en todos los contextos.
Y a cualquier edad…
A los previamente señalados, se deben considerar como signos de alerta a cualquier edad: tono o postura anormal o asimétrica; movimientos involuntarios de distintas partes del cuerpo; movimientos oculares anormales; retraso en la adquisición de hitos madurativos; dejar de aprender cosas nuevas o retroceder, olvidando las que ya había adquirido; o no mostrar interés por lo que sucede a su alrededor.