Desde hace ya muchos años se habla de que el estrés en los primeros años de vida marca a los niños convirtiéndolos en adolescentes y adultos más propensos a padecer trastornos de ansiedad, depresión o de conducta. Y ahora un estudio recientemente publicado en la revista PNAS revela cómo sucede esto.
La amigdala, que es el centro cerebral encargado de procesar emociones, especialmente el miedo, queda marcada en su funcionamiento haciendo que la persona sea más propensa a reaccionar con temor.
El estudio se ha llevado a cabo tanto en humanos como en ratones. Para ello se ha escogido un grupo de niños adoptados menores de 11 años comparándolos con un grupo control de niños criados por sus familias. En ratones se ha reproducido el modelo destetando tempranamente a las crías así como limitando el acceso de las madres a los materiales necesarios para crear el nido. En ambos casos se observan alteraciones en el circuito de la amígdala.
Y ¿por qué utilizar niños adoptados para este estudio?
Pues parece claro que las circunstancias, muchas veces evitables, por las que atraviesan algunos niños al ser dados en adopción son unos de los mayores estreses vitales a los que puede hacer frente una persona: malnutrición, escasez de cuidados afectivos, falta de estimulación sensorial, abandono e incluso negligencia.
Según el citado estudio, las alteraciones observadas no desaparecen a pesar de que las circunstancias cambien posteriormente o de que se desarrollen otras áreas cerebrales también implicadas en la regulación de la amígdala. Este hecho hace pensar a los investigadores que existe una ventana de tiempo en la que se crean los circuitos de regulación emocional pasada la cual el cerebro parece menos moldeable y más resistente al cambio.
Las implicaciones prácticas que se desprenden deberían enfocarse básicamente a las políticas de adopción que aseguraran un buen cuidado y atención a los niños en proceso de adopción a todos los niveles: alimenticio, estimular, emocional. Así como, a agilizar los tiempos necesarios para este proceso dado que parece claro que cuanto antes se estabilice la situación del menor, más fácil podrá ser su autorregulación emocional.
Por otro lado, para todos los profesionales implicados en este proceso es importante reconocer la marca que supone haber estado expuesto a estrés en un momento temprano de la vida. Se hace necesario trasmitir también este mensaje a los padres (adoptivos o no) para hacer más comprensible a sus ojos el comportamiento infantil y mejorar de esta manera el clima familiar. Se trata de potenciar el desarrollo de adultos sanos, equilibrados y con una buena capacidad de autorregulación que puedan hacer frente a las diferentes situaciones estrenaste que tendrán que abordar en su vida.